Empieza el examen final de filosofía. Todas las horas de
estudio a punto de ser rentabilizadas, todo el esfuerzo de un año para ser
reflejado en el folio. O no. Llega un alumno, coge el examen y escribe lo
siguiente: sólo sé que no sé nada. No escribe nada más, entrega el examen y se
va.
Aunque parezca increíble, el alumno recibió una nota de
diez. No estoy seguro de si esta historia es cierta, pero en caso de que lo sea
habría que aclarar ciertas cosas. Hay tres razones por las cuales alguien diría
esta frase. Cuando la dijo Sócrates, la dijo como una lección de humildad, para
mostrar que no debemos hacer alarde de lo que sabemos, pues es poco comparado
con la realidad. Pero hay otras razones por las que alguien formularía esta
frase, y son las siguientes: por pereza, que sería la principal razón del alumno
del examen, y por escepticismo. Para un escéptico, no se puede conocer nada con
seguridad.
Cualquiera puede utilizar esta frase, pero es importante
siempre conocer la razón por la que la decimos. Se puede decir por humildad,
como Sócrates la decía, pero si la razón es otra, es de caradura hacerte el
humilde cuando en realidad el problema
es la pereza de ponerse a responder preguntas. Muchas veces la pereza
puede ser incluso clave en el escepticismo. Cuando se dice que no se pueden
llegar a verdades con seguridad, muchas veces es por la pereza de encontrar
esas verdades. Por ello, si alguien dice que no sabe nada por escepticismo,
cabe la posibilidad de que ese escepticismo esté encubriendo a la pereza por
llegar a la verdad.
Más importante que decir las cosas es saber por qué las
decimos.
Alan P.
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